En el ciclo 1971‐1972, a instancias de la UNAM, el Colegio Madrid abre, en turno vespertino, un grupo del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH.) Es nombrada como subdirectora la Lic. Laura Fronjosá Curco y posteriormente Luz Fernández Gordillo. Este nuevo bachillerato se crea para dar respuesta a las inquietudes de los jóvenes que surgen a partir del 68’, la enseñanza tradicional no funciona y se empieza a generar un cambio de paradigma, que marcará a las siguientes generaciones, no se trata de acumular información, sino de desarrollar  habilidades, aprender a trabajar en equipo, ser capaces de obtener, jerarquizar y validar información. El concepto de aprendizaje cobra mayor importancia que el de enseñanza, por ello, la metodología aplicada persigue que el alumno aprenda a aprender, que la actividad receptiva y creadora no se malgaste y que adquiera capacidad auto informativa. Desde su origen el CCH adoptó los principios de una educación moderna donde se consideró al estudiante como un individuo capaz de captar por sí mismo el conocimiento y sus aplicaciones,  y es por ello que el trabajo del docente también cambia radicalmente, éste consiste fundamentalmente en dotar al alumno de los instrumentos metodológicos necesarios para poseer los principios de una cultura científica y humanista para que los alumnos se conviertan es actores protagónicos de su propia formación.

El CCH cierra sus puertas en 1976, pero deja una semilla de éxito para que después se retome este sistema más de 20 años después.